La creciente sensibilidad de la sociedad hacia las buenas prácticas medioambientales ha llevado a las empresas a efectuar su respuesta en esta misma línea, dándole al cliente lo que quiere; mostrar respeto por el entorno y adoptar medidas que contribuyan a la sostenibilidad del planeta. Desde el ámbito empresarial, afirman que mantener una reputación ‘’responsable’’ tiene un doble efecto beneficioso; atrae clientes y los mantiene.
Sin embargo, no es oro todo lo que reluce, y en este caso, existe un término que define a la perfección aquello que se vende o se presenta a los clientes como ‘’verde’’, pero que en realidad no lo es: GREENWASHING.
El greenwashing es un término que proviene del inglés green (verde) y washing (lavado) y hace referencia a las malas prácticas que realiza una organización, haciendo creer a sus clientes que están comprando algo ‘’eco’’ o ‘’green’’ cuando en realidad no lo es.
Un ejemplo relativamente actual es el que ocurrió hace unos meses con DWS, la gestora de fondos de Deutsche Bank, que estaba siendo investigada por ofrecer y vender productos financieros verdes, los cuales no eran tan sostenibles como se vendían y de verdes tenían más bien poco.
Cuando esto ocurre, evidentemente se está proporcionando información inexacta al cliente o inversor, que en el mejor de los casos, es sólo eso. Pero es que además puede ser falsa. Cuando esa información alude a temas como la sostenibilidad o el medio ambiente, entonces hablamos de greenwashing.
Lo que hizo DWS fue utilizar la etiqueta de ESG (siglas que hacen referencia a las palabras Environmental, Social y Governance). Estas siglas hacen referencia a aquellos factores que designan a una empresa como sostenible debido a su compromiso ambiental, social y de buen gobierno.
Todos los productos que se encuentren bajo la etiqueta de ESG poseen una información de mercado sometida a unos criterios muy estrictos, ya que pueden afectar directamente a la inversión planificada. Por lo tanto, si esta información está falseada o incompleta, seguro que producirá graves perjuicios a todas las partes implicadas.
DWS aplicó la etiqueta de ESG a todos sus productos, pero realmente los criterios ESG sólo los cumplían algunos de sus productos financieros, mientras que la gran mayoría no. Esto hizo creer a los inversores que existía un verdadero control del riesgo, cuando en realidad no era cierto.
El ejemplo que hemos comentado pertenece al ámbito financiero, pero también existen otros casos mediáticos sobre esta cuestión, como el de una importante empresa de fabricación y venta de muebles, que estaba adquiriendo a un proveedor madera certificada por FSC (Forest Stewardship Council).
FSC es una organización que se encarga de certificar que se realiza una gestión ambientalmente apropiada, socialmente beneficiosa y económicamente viable de los bosques del mundo. Pues bien, finalmente resultó que esa madera certificada por FSC en realidad provenía de talas ilegales.
Como vemos, el greenwashing es una práctica que está a la orden del día en nuestra sociedad y que es susceptible de ser practicada por organizaciones de todos los ámbitos.
Pero vamos al quid de la cuestión: ¿tiene el greenwashing consecuencias penales?
Realmente en este momento no existe ninguna normativa que castigue el greenwashing, pero sí existen conductas que pueden tener consecuencias penales, como la estafa, gestión desleal, y falsedad. Además del daño reputacional, un bien intangible difícil de recuperar.
Quizá en un futuro se declare el greenwashing como un delito. Mientras tanto, conviene evitar las conductas asociadas a las malas prácticas que dan lugar a este tipo de fraude, ya que las mismas pueden tener consecuencias para la persona jurídica.
Por este motivo, desde CMS recomendamos que las empresas españolas refuercen sus programas en materia de compliance y tengan en cuenta este nuevo riesgo para protegerse frente a estos riesgos penales.
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